°•.。◕‿◕。°•.ωєℓ¢σмє°•.тσ.•°тнє.•°¢нαт°•.мαяσ¢°•.ωωω.мαяσ¢-тαηgєя.¢σм°•.。◕‿◕。°•.
.oO•CARTA A UNA MARIPOSA•Oo.
Nerminita-Tanger
Al
anochecer, una mariposa se coló en la casa. Lo dije pero nadie la vio.
De madrugada un aleteo de colores me despertó. Era la mariposa, que se
había convertido en una
prolongación de sueños paseándose ante mí en hologramas y fintas de
color descompuestos en infinitas franjas sedosas. Galaxias que se
acercaban, se cruzaban, chocaban y desprendían miles de millones
de estrellas, mariposas reunidas en un punto del camino de mi sueño, lo
que los científicos llaman agujero negro porque todavía
no poseen los instrumentos necesarios para ver que ese punto no es
negro sino labios de besar, boca de sonreír, ojos de penetrar y dedos
de enlazar a presión en sueños de mariposa. La música del color.
Mi MaRiPoSa
Mi MaRiPoSa
Mi mariposa
A mi querida Mariposa:
Umm no es tanto cómo te conocí, lo que importa es lo que hiciste de mí desde que nos presentó esa loca poeta con eterno complejo de cupido o de diosa egipcia. A veces le cuento a nuestro Ismael: Tu madre, querido hijo, era la persona más cruel de este mundo y a su misma vez la más dulce; no te lo niego, estaba loca, pero dime si su locura aunque sea una vez no te puso a pensar en su gran inteligencia.
Yo era serio, mi vida giraba en torno a mis éxitos, a mis muchos conocimientos, imagínate apenas tenía un poco más de veinte años y ya tenía una carrera universitaria casi culminada, era políglota, trabajaba para una de las más importantes empresas petroleras del país, había viajado por todo el mundo, y estaba más solo que la torre Effiel. Entonces llegaste y tumbaste toda mi exposición sobre mis éxitos con una carcajada en aquel Gran Café de Sabana Grande diciendo: “Lo anotaré en cosas que me llevaré a la tumba”. Al principio pensé: Esta no vive en la vida real, cree que leyendo y pensando en las personalidades de un tal Pessoa se puede vivir.
Pero con cuánta razón te reíste de mí. Porque ya ves, nada de lo que te compré te lo pudiste llevar.
Tu toda hippie fuera de tiempo, me llevaste de un lado a otro, incluso mis amigos empresarios me decían siempre que tenías algo extraño, recuerdo la vez que los escuchaste y dijiste con mirada de Kill Bill: “Lo extraño que yo tengo son ganas de vivir sin complejo de hallaca mal envuelta”, hasta mi jefe se rió, porque a mi dulce mariposa, no te importó que mi jefe estuviera allí. Te amé desde entonces, te amaba más cuando te quedabas mirando un punto y pensabas, o cuando mirabas el cielo y te reías sola, te amaba cuando me decías que era un burro por no saber cómo se decía “mente” en griego, te extrañaba cuando (por tu salud) no podíamos vernos.
Aún conociendo tu enfermedad no podía estar sin ti, por eso a pesar de mis muchos miedos te pedí matrimonio, no te negaré que un par de veces estuve tentado a andar con otra, pero solo de recordarte cuando me sonreías al regresar a la casa, la otra me parecía un “bicho estético”, como decías cuando leíste un libro casi traumático sobre un crimen y un castigo de no sé qué.
¿Recuerdas la vez que me botaron de la contratista? Podría decir que fue por tu culpa, pero yo fui muy responsable de eso, porque olvidé ser tu amigo acepto que era tu esposo, amante y un inquilino en la casa. Estabas embarazada y encerrada en casa por tu salud, y solo escuchabas de mi cuánto me explotaban en el trabajo, así que un día fuiste y le regalaste aquel libro a mi jefe.
¡Te botaron por un libro, claro, papá dime la verdad!- así dijo Ismael cuando le conté, entonces le dije: Hijo fue por un libro, se llamaba: “Como evitar ser un jefe desgraciado”, de Zaprta Kruta un escritor esloveno, te imaginarás la cara de mi jefe. Me dijiste: “Serás el héroe de tus excompañeros, claro… si lee el libro”.
Al principio yo estaba furioso, desempleado, solo teníamos los ahorros, el nacimiento del niño cercano, y encerrado. Pero a la semana tú ya tenías mi vida de cabeza, me enseñaste a tararearte boleros y vals, a hablarle en francés a la barriga, veía programas de comida para bebés y luego cocinábamos juntos. En fin, aprendía a amar a nuestro hijo contigo, en el fondo eras una niña, y no sabía cómo pero siempre terminaba haciendo lo que querías, sonriendo además.
Ese día triste cuando te fuiste, mi mariposa, fue la vez que vi a nuestro hijo como un hombre que alguna vez fue un niño, llorando como quien ha perdido el suelo del mundo, así como cuando le enseñamos a plantar árboles y luego hicimos una aventura al hospital.
Si te niego que sufría con tus cambios de ánimo te miento, pero ver lo fuerte que eras me hacía pensar en mi debilidad, sí mi amada yo un DÉBIL, lo descubrí contigo loca hippie, hermosa como tú sola, honesta como los niños, inteligente como los genios, y comelona como Walle, jajaja eso también es tu culpa porque te lo juro, yo antes no veía películas infantiles; tampoco lloraba con el sonido de un cello triste, y no era adicto a los chocolates, que al igual que tú , aún hoy, me hacen feliz.
Umm no es tanto cómo te conocí, lo que importa es lo que hiciste de mí desde que nos presentó esa loca poeta con eterno complejo de cupido o de diosa egipcia. A veces le cuento a nuestro Ismael: Tu madre, querido hijo, era la persona más cruel de este mundo y a su misma vez la más dulce; no te lo niego, estaba loca, pero dime si su locura aunque sea una vez no te puso a pensar en su gran inteligencia.
Yo era serio, mi vida giraba en torno a mis éxitos, a mis muchos conocimientos, imagínate apenas tenía un poco más de veinte años y ya tenía una carrera universitaria casi culminada, era políglota, trabajaba para una de las más importantes empresas petroleras del país, había viajado por todo el mundo, y estaba más solo que la torre Effiel. Entonces llegaste y tumbaste toda mi exposición sobre mis éxitos con una carcajada en aquel Gran Café de Sabana Grande diciendo: “Lo anotaré en cosas que me llevaré a la tumba”. Al principio pensé: Esta no vive en la vida real, cree que leyendo y pensando en las personalidades de un tal Pessoa se puede vivir.
Pero con cuánta razón te reíste de mí. Porque ya ves, nada de lo que te compré te lo pudiste llevar.
Tu toda hippie fuera de tiempo, me llevaste de un lado a otro, incluso mis amigos empresarios me decían siempre que tenías algo extraño, recuerdo la vez que los escuchaste y dijiste con mirada de Kill Bill: “Lo extraño que yo tengo son ganas de vivir sin complejo de hallaca mal envuelta”, hasta mi jefe se rió, porque a mi dulce mariposa, no te importó que mi jefe estuviera allí. Te amé desde entonces, te amaba más cuando te quedabas mirando un punto y pensabas, o cuando mirabas el cielo y te reías sola, te amaba cuando me decías que era un burro por no saber cómo se decía “mente” en griego, te extrañaba cuando (por tu salud) no podíamos vernos.
Aún conociendo tu enfermedad no podía estar sin ti, por eso a pesar de mis muchos miedos te pedí matrimonio, no te negaré que un par de veces estuve tentado a andar con otra, pero solo de recordarte cuando me sonreías al regresar a la casa, la otra me parecía un “bicho estético”, como decías cuando leíste un libro casi traumático sobre un crimen y un castigo de no sé qué.
¿Recuerdas la vez que me botaron de la contratista? Podría decir que fue por tu culpa, pero yo fui muy responsable de eso, porque olvidé ser tu amigo acepto que era tu esposo, amante y un inquilino en la casa. Estabas embarazada y encerrada en casa por tu salud, y solo escuchabas de mi cuánto me explotaban en el trabajo, así que un día fuiste y le regalaste aquel libro a mi jefe.
¡Te botaron por un libro, claro, papá dime la verdad!- así dijo Ismael cuando le conté, entonces le dije: Hijo fue por un libro, se llamaba: “Como evitar ser un jefe desgraciado”, de Zaprta Kruta un escritor esloveno, te imaginarás la cara de mi jefe. Me dijiste: “Serás el héroe de tus excompañeros, claro… si lee el libro”.
Al principio yo estaba furioso, desempleado, solo teníamos los ahorros, el nacimiento del niño cercano, y encerrado. Pero a la semana tú ya tenías mi vida de cabeza, me enseñaste a tararearte boleros y vals, a hablarle en francés a la barriga, veía programas de comida para bebés y luego cocinábamos juntos. En fin, aprendía a amar a nuestro hijo contigo, en el fondo eras una niña, y no sabía cómo pero siempre terminaba haciendo lo que querías, sonriendo además.
Ese día triste cuando te fuiste, mi mariposa, fue la vez que vi a nuestro hijo como un hombre que alguna vez fue un niño, llorando como quien ha perdido el suelo del mundo, así como cuando le enseñamos a plantar árboles y luego hicimos una aventura al hospital.
Si te niego que sufría con tus cambios de ánimo te miento, pero ver lo fuerte que eras me hacía pensar en mi debilidad, sí mi amada yo un DÉBIL, lo descubrí contigo loca hippie, hermosa como tú sola, honesta como los niños, inteligente como los genios, y comelona como Walle, jajaja eso también es tu culpa porque te lo juro, yo antes no veía películas infantiles; tampoco lloraba con el sonido de un cello triste, y no era adicto a los chocolates, que al igual que tú , aún hoy, me hacen feliz.